y FUIMOS A VIVIR AL PISO DE SARRIÁ
Mi esposo, insistió en ir a vivir allí, pues lo seducía la idea de estar en un barrio tan arbolado, con sus calles tranquilas, cerca de la montaña. Y el sonido del silencio total por las noches. (Aún no existía la carretera actual. Sólo eran bosques)
Ya ni recordábamos los taconeos de la azotea, pero una noche, los comenzamos a escuchar otra vez.
Mi esposo, dijo que eso no era normal, que alguna persona subiría sin que nadie sepa, pero él subió varias veces, y como siempre, al llegar allí, nadie había. Tal como le sucedía a mi suegro Jaume...
En la planta de abajo, vivía una señora con problemas de movilidad, el piso contiguo estaba vacío, pues su dueña vivía la mayor parte del año en Madrid.
( eran dos viviendas por piso).
Toda era gente muy mayor, que no tenían demasiada movilidad.
No podría ser ninguno de quienes lo habitaban.
Nos causaba mucha gracia, y también, los taconeos, los tomamos como el ruido cotidiano de la casa. Cuando comenzaban con sus caminatas ininterrumpidas, mi esposo decía "Ya ha llegado tu fantasmita" .
ABRIGO SE MOVIO SOLO
Una noche, me quedé pintando hasta las 22 o 22.30, y mi esposo ya estaba dormido, pues se levantaba muy temprano para ir a trabajar.
Yo fui al lavabo, quité un abrigo símil piel que tenía colgado para secar, en el balcón interior.
Como las mangas todavía estaban húmedas, en la parte de los puños, lo dejé colgado de una percha, en un picaporte de la puerta que daba a un pasillo.
Me cercioré que las mangas estén a los lados, para que no mojase la parte ya seca de la prenda. Y me dispuse a ver mi serie favorita por televisión.
Al finalizar el programa, fui al lavabo, y ante mi asombro, vi el rollo de papel higiénico, todo enrollado en la parte de atrás del WC.
Daba la impresión de haber "saltado" casi medio metro, para terminar en el suelo, con medio rollo anudado en el caño empotrado en la pared.
Me asombró mucho pues fui la última que estuve allí, y no había otra persona en la casa que pudiera haber entrado.
Solo estábamos mi esposo y yo. Pero lo cogí del suelo, boté el que había quedado enrollado, y salí hacia el living-comedor, para ir a acostarme. Realmente, con preocupación. No comprendía que podría haber sucedido...
Pero cual no fue mi asombro, cuando al salir, veo el abrigo blanco, que había colgado, para que termine de secar con los puños a los lados, con éstos, doblados, colocados...¡sobre los hombros del abrigo!
En ese momento sí, ya me asusté mucho, y salí corriendo a despertar a mi esposo, y grité "¡¡Alguien está dentro del piso!!".
Revisamos todo.
La puerta de entrada, seguía con sus tres cerrojos cerrados, tal como los dejamos, la puerta que daba a la terraza del frente, cerrada con esos antiguos herrajes que se cerraban por dentro.
Todo igual, y en estado normal.
¿Qué había sucedido entonces? ¿quien movió de esa forma el abrigo, y enrolló el papel?