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Hexagrama 20. Kuan / La Contemplación
Arriba Sun, lo suave, el viento
Abajo K´un, Lo Receptivo, la Tierra
El nombre chino del signo, con una ligera variación de acento adquiere una doble connotación.
y hacia abajo las costumbres del pueblo; pero que, además, dado su buen gobierno, constituye un elevado modelo para las masas.
El signo se adjudica al octavo mes (septiembre octubre).
La fuerza luminosa va retirándose, la oscura se encuentra una vez más en ascenso. Este aspecto, sin embargo, no se toma en cuenta para la explicación total del signo.
EL DICTAMEN
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La Contemplación.
Se ha cumplido la ablución, pero aún no la ofrenda.
Pleno de confianza levantan la mirada hacia él.
LA IMAGEN
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El viento planea sobre la tierra:
la imagen de La Contemplación.
Así los antiguos reyes visitaban las regiones del mundo,
contemplaban al pueblo y brindaban enseñanza.
Cuando el viento sopla sobre la tierra llega a todas partes y la hierba se inclina ante su poder: dos procesos que encuentran su confirmación en este signo. Adquirían realidad en las
instituciones de los antiguos reyes, pues éstos, por una parte, emprendían viajes regulares para poder contemplar a su pueblo, de modo que nada que fuese una costumbre viva en el seno del pueblo pudiera escapárseles: por otra parte, ponían en rigor su influencia gracias a tales costumbres, si eran desatinadas, se modificaban.
El conjunto alude al poder de una personalidad superior. Tal personalidad abarcará con su visión a la gran muchedumbre de los hombres y percibirá sus verdaderas disposiciones y pensamientos, de manera que ningún engaño sea posible ante él, y por otra parte su mera existencia, lo imponente de su personalidad, producirá en ellos una poderosa impresión, de modo que se guiarán por su orientación como la hierba se orienta de conformidad con el viento.
LAS DIFERENTES LINEAS
Contemplación de párvulo.
Para un hombre inferior no es defecto.
Para un noble es humillante.
Una contemplación de lejos, carente de comprensión, es la que aquí se caracteriza. Hay alguien que actúa, pero sus acciones no son comprendidas por los hombres comunes. Esto no tiene gran importancia con respecto a la masa. Comprendan ellos o no los actos del sabio que gobierna: tales actos redundarán en su beneficio. Mas para un hombre superior algo así es humillante. Éste no ha de contentarse con una necia a irreflexiva contemplación de los influjos reinantes. Deberá contemplarlos y tratar de comprenderlos en sus nexos y relaciones.
A través del resquicio de la puerta se tiene una visión restringida. Se mira desde adentro hacia afuera. El modo de contemplar aparece aquí subjetivamente limitado. Uno lo refiere todo a sí mismo; no es capaz de colocarse en el lugar del otro, de sentir sus móviles. Esto está bien para una buena ama de casa. No hace falta que ella entienda nada de los asuntos del mundo. Pero para un hombre que debe actuar en la vida pública, semejante forma de contemplación limitada y egoísta tendrá, desde luego, malas consecuencias. (1)
(1) La diferencia en la valoración de la conducta del hombre y la mujer no se limita a la antigua China, la imagen diseñada por Schiller en “La Campana” para caracterizar al ama de casa se mueve enteramente en la misma órbita.
Contemplación de mi vida
decide sobre progreso o retroceso.
Llegamos aquí al punto de transición. Ya no mira tanto hacia afuera para obtener imágenes más o menos restringidas o confusas, sino que la contemplación la dirige sobre sí mismo para obtener una orientación con respecto a sus decisiones.
Esta contemplación adentrada constituye precisamente el modo de superación del ingenuo egoísmo en alguien que todo lo contempla únicamente desde su propio punto de vista.
Así llega a la reflexión y con ello a la objetividad.
El autoconocimiento, empero, no consiste en ocuparse de los propios pensamientos, sino de los efectos que emanan de uno. Únicamente los efectos producidos por la vida ofrecen una imagen que nos autoriza a decidir qué es progreso o retroceso.
Aquí se alude a un hombre que conoce los secretos para llevar a un reino a su florecimiento. Un hombre así ha de ser colocado en un puesto decisivo desde el que pueda actuar. Debe ser un huésped, por así decirlo; esto es, debe poder actuar con autonomía, y merece que se lo honre y que no se lo use como instrumento.
Un hombre que ocupa un puesto de autoridad y hacia quien los demás elevan la mirada ha de estar constantemente dispuesto al autoexamen.
La forma correcta de hacerlo no consiste, empero, en ponerse a meditar pasivamente sobre sí mismo, sino antes bien en el examen de los efectos que emanan de uno.
Únicamente siendo buenos tales efectos y ejerciendo uno una buena influencia sobre otros, la contemplación de 1a propia vida le dará la satisfacción de verse libre de faltas.
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