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I CHING

Según El Libro de las Mutaciones de Wilhelm: p 45. Ts´ui / La Reunión (La Recolección)


Arriba Tui, Lo Sereno, el lago
Abajo K´un, Lo Receptivo, la Tierra

De acuerdo con su forma y significado el signo tiene afinidad con el signo Pi, La Solidaridad (Nº 8 ). Allí vemos el agua sobre la tierra, aquí es el lago que está sobre la tierra.El lago es el punto de reunión de las aguas; de ahí que la idea de reunión se exprese en este signo de un modo más acentuado aún que en aquél. La misma idea fundamental surge por otra parte del hecho de que aquí dos trazos fuertes, en cuarto y quinto puesto, sean los que generan la reunión, mientras que allí un solo trazo, en el quinto puesto, aparece en medio de los demás trazos débiles.

EL DICTAMEN

La reunión que forman los hombres en sociedades mayores es ora natural, como sucede en el seno de la familia, ora artificial, como ocurre en el Estado. La familia se reúne en torno del padre como jefe. La continuidad de esta reunión tiene efecto en razón de las ofrendas a los antepasados, celebraciones durante las cuales se reúne todo el clan. En virtud de un acto de piadoso recogimiento los antepasados se concentran en el espíritu de los deudos, para no dispersarse y disolverse.

LA IMAGEN

Cuando el agua se reúne en el lago elevándose por sobre la tierra, existe la amenaza de un desbordamiento.

Hay que tomar medidas de precaución contra ello. Así también donde se juntan hombres en gran número surgen fácilmente querellas; donde se juntan bienes se produce fácilmente un robo. Por eso es preciso, en épocas de reunión, armarse a tiempo, con el fin de defenderse de lo inesperado. La aflicción terrenal se presenta en la mayoría de los casos a causa de acontecimientos inesperados para los que uno no está preparado. Si uno se halla preparado y en guardia, la aflicción puede evitarse.

LAS LÍNEAS INDIVIDUALES

La situación es tal que uno participa del deseo de reunirse en torno de un conductor hacia el cual se levantan las miradas. Pero uno se halla en compañía númerosa y permite que ésta influya en él y así se producen vacilaciones en la decisión. De este modo no se encuentra un centro firme para la reunión. Pero si uno manifiesta, expresamente, esta emergencia y clama por ayuda, bastará un gesto del conductor para subsanar cualquier emergencia. Por lo tanto es necesario no dejarse inducir a error. Adherir a aquel conductor es, sin más, lo correcto.

En épocas de reunión no debe uno elegir arbitrariamente su camino. Están obrando fuerzas secretas que conducen a la unión a los hombres que armonizan entre sí. Es menester abandonarse a esta atracción, pues así no se cometerá ningún error. Donde existen relaciones interiores no hacen falta grandes preparativos ni formalidades. Hay sin más una mutua comprensión, como cuando la divinidad acepta graciosamente aun una pequeña ofrenda, si ésta proviene del corazón.

Uno siente a menudo una necesidad de adhesión, pero ya todos los demás que lo rodean se han reunido entre sí, en círculo cerrado, y uno queda aislado. La situación toda, tal como se presenta, es insostenible. Es cuestión entonces de orientarse hacia el progreso, de adherirse decididamente a un hombre que se halla más próximo al centro de la reunión para que lo introduzca a uno en el círculo cerrado. Esto no será un error aun cuando, como individuo marginado, ocupara uno por lo tanto una posición un tanto humillante.

Queda señalado aquí un nombre que, en nombre de su soberano, reúne a la gente en torno de él. Puesto que no ambiciona ventajas particulares para sí, sino que trabaja desinteresadamente a favor de la unidad general, su labor se ve coronada por el éxito y todo se encamina hacia el bien.

Cuando los hombres se reúnen espontáneamente alrededor de alguien, y tal cosa le acontece a uno sin que lo busque, sólo podrá ser para bien.

Se adquiere así una cierta influencia que podrá resultar sumamente útil. Pero con ello naturalmente se da también la posibilidad de que se reúnan alrededor de uno personas que no se allegan movidos por un sentimiento de confianza interior, sino únicamente a causa de la influyente posición en que uno se halla.

Esto es ciertamente lamentable. Frente a tales gentes no hay más remedio que conquistar su confianza mediante una incrementada e invariable constancia y lealtad al deber. Así la secreta desconfianza se supera poco a poco y se elimina todo motivo de arrepentimiento.

Puede suceder que uno bien quisiera adherir, pero los otros desconocen sus buenas intenciones. Luego uno se entristece y se queja. Pero este es el camino que corresponde. Pues así puede suceder que el otro entre en razón y uno, a pesar de todo, encuentre todavía la tan buscada y dolorosamente extrañada posibilidad de adhesión.

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Donde es cuestión de reunir a los hombres, se requieren las fuerzas religiosas. Pero también ha de existir una cabeza humana como centro de la reunión. Para poder reunir a otros, ese centro de la reunión debe primero concentrarse en sí mismo. Sólo mediante una concentrada fuerza moral es posible unificar al mundo. En tal caso, grandes épocas de unificación como ésta dejarán también el legado de grandes obras. Es éste el sentido de los grandes sacrificios ofrendados. Por cierto también en el terreno mundano las épocas de reunión exigen grandes obras.






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