La lucha fue tan dura que la Tierra, sacudida, lanzaba enormes
ruidos al cielo conmovido y el excelso Olimpo retemblaba desde sus cimientos por la fuerza
de la guerra.
Cuando los dioses vencieron, encerraron a los Titanes en una subterránea región pútrida
en el extremo de la Tierra, el Tártaro. Neptuno puso sobre sus salidas una puerta para
que ningún monstruo escapara.
Una vez obtenida la victoria, Zeus dividió el poder,
quedándose para sí el cielo y la tierra. A Neptuno le correspondió la soberanía de los
océanos y, a Plutón, la del reino subterráneo o infierno.
Pero los comienzos de su reinado fueron turbados por la rebelión de los Gigantes, hombres
de colosal estatura.
Así, cuando Júpiter regía pacíficamente el mundo, sus monstruosos
enemigos decidieron destronarle. Entonces pudieron vencer a los Gigantes y hundirlos de nuevo en
los abismos del Tártaro.
Todavía Júpiter, para conseguir la victoria total, tuvo que vencer a Tifón, siendo apoyado por Hermes y Pan.
Aún imperaba el crimen y la injusticia sobre la Tierra. Todas estas fechorías que acontecían motivaron a Júpiter a enviar el diluvio, que convirtió la Tierra en un mar inmenso, desapareciendo las más altas montañas bajo él. Sólo una cumbre sobresalía: el monte Parnaso, en Beocia.
Su primera esposa fue Metis, la Prudencia, que tenía enormes conocimientos. Luego fue Temis, la Ley, con quien Zeus procreó a las Horas, que eran el Buen Gobierno, la Justicia y la Paz; y también tuvo de ella a las Moiras, encarnaciones del destino.
Luego se unió a Diones, con quien tuvo a Afrodita; con Eurínome, de quien nacieron las Gracias (la Alegría y la Belleza); con Mnemosina, la Memoria, con quien tuvo a las Musas; y con Leto, madre de Diana y Apolo.
También se casó con Hera (Juno), su hermana, con la cual era terriblemente infiel, pero a la que siempre regresaba.
Sus aventuras con mujeres mortales fueron interminables, engañando a muchas al tomar diversas formas a voluntad: toro, cisne, etc. para poder unirse a ellas.
Se dice que cuando Fidias terminó la estatua de Zeus para el templo de Olimpia, el escultor pidió al dios que le diera su aprobación, lo cual hizo Júpiter lanzando un rayo en el atrio del templo.
Entonces fueron a Delfos a consultar al oráculo Temis -diosa de la ley- quien les dijo que poblaran de nuevo la tierra.
Zeus fue muy pródigo en aventuras amorosas, tanto con diosas como con mortales, lo cual da a entender la vitalidad y gusto por el jolgorio que da el planeta, así como su creatividad.
Sobre este mar enorme flotaba una frágil barca en la cual iban Deucalión y Pirra, esposos fieles y virtuosos.
Guiados por una mano protectora tomaron tierra sobre la cima del Parnaso y esperaron a que las aguas bajaran.
En el primer combate que el dios de los dioses tuvo con ellos, Júpiter fue vencido y llamó en su defensa a los demás dioses, pero todos huyeron a Egipto ocultándose lo mejor posible, excepto Baco.
Sólo un mortal, Hércules, acudió en ayuda de Zeus y fue entonces cuando los dioses reaccionaron y se decidieron a participar en la lucha.
Sol - Luna - Mercurio - Venus - Marte - Júpiter - Saturno - Urano - Neptuno - Plutón
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